Mis Portadas

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¿QUE SOY UNA...QUÉ? 1º Capítulo

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PRÓLOGO
Me llamo Susana Melers y hasta hace unos meses mi vida era bastante normal. Soy secretaria en una de las mil quinientas inmobiliarias que colapsan la ciudad, odio a muerte a mi jefe. Que es un maldito gordo seboso, que se pasa el día contando chistes machistas e intentando tocarme el culo. Estoy loca por uno de los chicos de contabilidad que aunque pueda parecer un freak por su profesión es todo lo contrario pero él, no sabe ni que existo. Lo que me lleva a mi vida personal, en el terreno amoroso acabo de ser abandonada por mi cuarto novio. Un bastardo gorrón y anormal, que ha tenido la cara de dejarme por una mujer más vieja pero con más dinero que yo. Después de estar saliendo durante seis meses, tres días, y cuatro horas.
Y mi familia…mi familia son un atajo de ###### que se han pasado la vida mintiéndome, ocultándome información, infravalorándome y callándose un pequeño y simple aunque definitivamente importante detallito. Todas las mujeres de mi familia se convierten en brujas al cumplir los treinta.
Capítulo 1 ó A punto de cumplir 29 el principio del fin.
Mi vida era muy normal, muy tranquila, hasta ordinaria podría decirse. Y todo fue así hasta que llegó la semana en la que cumplía los veintinueve años
Muchos opinan que los treinta son el principio del fin, pero yo no estoy para nada de acuerdo. Cuando cumples los veintinueve, la gente se pasa todo un año repitiéndote hasta la saciedad y el asquea-miento que sólo te falta un año para llegar a los treinta. Que a los treinta las mujeres ya no somos tan jóvenes, que si no tienes un novio a los treinta se te pasará el arroz, ect,ect,ect.
Así que allí estaba yo, a lunes veinticinco de octubre, temiendo que llegara el día treinta y de ir al trabajo porque ya el “gordo seboso” (entiéndase por mi jefe) me había hecho una de sus ingeniosísimas bromas sobre la edad de las mujeres el viernes anterior. Broma que por cierto casi me hizo vomitar.
Bueno, lo cierto es que para no desvariar y alejarnos del tema central de esta historia creo que lo mejor es que os haga un croquis de cómo fueron los acontecimientos de esa semana. Fueron más o menos así:
Lunes 25 de octubre: Me levanto a la misma hora de siempre y mientras tomo mí acostumbrado tazón de cereales con fibra, medito sobre la posibilidad de fingir que estoy enferma, de cualquier cosa terriblemente contagiosa y me escaqueo de ir al trabajo. Automáticamente me veo asaltada por unas enormes nauseas que desaparecen en el momento que deseo fervientemente que lo hagan.
Una hora y media después llego al trabajo, donde el “gordo seboso” intenta sin éxito tocarme el culo, hace uno de sus repugnantes chistes y me da la charla por haber llegado tarde, veo a David al ir a la sala de fotocopias ¡Está taaaan bueno!
A las cuatro llego a casa, y delante de mi puerta me encuentro a los perros de mi vecina de al lado. Cualquiera que lea esta parte pensará que este hecho no es que sea excesivamente importante. Lo es si tú vecina está loca y vive con ocho perros, cuatro dobermans, dos pastores alemanes, un mastín, y un san Bernardo. Al san Bernardo y los pastores alemanes, incluso al mastín lo podría haber sobrellevado. Pero los cuatro dobermans… eso es demasiado hasta para mí. No podía entender por qué estaban allí ¿Quién los había llevado, dónde estaba la loca de su dueña, y por qué en nombre de Dios estaban sentados en la puerta de mi casa, mirándome como estatúas?
Después de pasarme cerca de diez minuto llamando a la puerta de mi vecina y otros veinte intentando que las bestias se movieran de delante de la puerta, conseguí que el san Bernardo se moviera lo suficiente como para que el resto de sus compañeros actuaran por imitación y me dejaran acceder a mi casa.
Martes 26 de octubre: Vuelvo a hacer mi acostumbrado desayuno rico en fibra, pero hoy por si las moscas, no pienso en enfermedades infecciosas, ni contagiosas, ni desagradables, ni nada por el estilo. Sin embargo, no puedo olvidarme de la escena del día anterior ¿Seguirían los perros aún en la puerta de mi casa? El día anterior había ido a comprobarlo casi cada hora y media y las bestias no se habían movido de su lugar. A las nueve de la noche, pude escuchar como la loca de mi vecina los llamaba inútilmente porque los chuchos no se movieron ni un ápice.
Bueno ese día volví a ir al trabajo, y cómo dato anecdótico ya que tampoco pasó nada fuera de lo común. Mi coche, no sólo se puso en marcha a la primera, si no que aparqué casi delante de la puerta de mi oficina, sin tener que dar ni una sola vuelta. El “gordo seboso” ese día no fue a trabajar. ¡Vale, sí, lo admito! Me daba miedo desear ponerme enferma, así que desee que se pusiera enfermo él. También desee volver a encontrarme con David y ains (suspiro soñador con angelitos revoloteadores y corazoncitos y estrellitas incluidos) lo vi a la hora del almuerzo. Estaba súper guapo con una camisa blanca que destacaban sus maravillosos pectorales, y la corbata y el pantalón color gris marengo, su preciosa cabellera negra azabache, estaba perfectamente peinada a la moda y sus blanquísimos dientes masticaban la comida en una perfecta y fascinante sincronía.
Al llegar a casa, tenía la esperanza de que los perros de la vecina loca no estuvieran otra vez en mi portal. Mi gozo cayó en un pozo, porque no sólo estaban los perros de la loca, también estaban; Chuleta el chihuahua de mi vecina Carolina, Joey el podenco de los López y Paco el chucho de los Smith. Tooodos ellos delante de mi portal y a mi toda esta situación empezaba a ponerme los bellos de punta.
Miércoles 27 de octubre: Estoy acojonada, he decidido no volver a desear nada, ni siquiera a pensar que pudiera querer algo en toda mi vida.
Esta mañana me he despertado con una fuerte crisis alérgica. Soy alérgica al polvo y en las estaciones secas lo paso especialmente mal. Por lo que entre estornudo y estornudo he pensado en lo fantástico que sería que se pusiera a llover y de ese modo el ambiente se refrescara un poco. Dos segundos y medio después de pensar eso, saltó la alarma anti incendio, inundando el salón y echando a perder mi precioso sofá. Y sí, los perros seguían todos allí. No voy a trabajar porque tengo que esperar a los del seguro.
Jueves 28 de octubre: El fatídico día se acerca inexorablemente, me despierto con una presión en el pecho, que de no haber sido justo en el centro del mismo y haberlo identificado como un ataque de ansiedad. Me hubiera llevado corriendo al ambulatorio más cercano (soy algo hipocondríaca, y hace poco vi un documental sobre “Qué hacer si se sufre un infarto” Desde entonces siento pavor a sufrir uno)
Me llama mi amiga Lou y entre grititos y risitas, me recuerda que ya me queda menos para cumplir veintinueve y mientras la escucho, no hago más que preguntarme por qué después de tanto tiempo seguimos siendo amigas.
Voy a trabajar en un estado de profunda depresión, el día me acompaña porque está nublado y lluvioso. Lo que me hizo pensar que todos los meteorólogos del país estaban terriblemente equivocados. Ya que habían denominado a este, “El Octubre más seco de los últimos cincuenta años” La verdad es que no me importa demasiado que se equivoquen, con mi estado de ánimo lo último que necesito es un día de resplandeciente sol.
Al llegar al trabajo el “Gordo Seboso” tampoco está, eso hace que mi humor mejore un poco y como siempre que puedo, antes de ocupar mi puesto detrás de mí escritorio procuro pasarme por la parte contable a ver si puedo ver aunque sea de lejos a David.
Suelto mis cosas, me quito el abrigo y cojo el ascensor del final del pasillo, mientras me dirijo a él no hago más que pensar en David. ¿Qué llevará puesto? ¿Cómo irá peinado? ¿Llevara esa colonia que tanto me gusta? Sé que puede parecer patético, incluso obsesivo mi interés por él. Pero es que es taaaaaan mono.
El ascensor se abre y cual no será mi sorpresa al encontrarme de frente y casi chocar ¡Con el mismísimo David!
* * * *
Llegados a este punto, creo que mi encuentro con el amor de mi vida, con el hombre más maravilloso que pueda existir en el mundo mundial se merece un capítulo aparte. Pero como no tengo tiempo, haremos un simple inciso para daros algunos detalles y que os imaginéis más o menos como fue.
Cuando vi a David allí parado, tan serio, tan guapo, tan arreglado, tan embriagador. Sentí que me fallaban las fuerza en las piernas, mi corazón comenzó a latir desbocadamente (en esta ocasión me importaba bastante poco estar sufriendo un infarto. Si podía morir cerca de David, moriría tranquila) y un montón de campanitas y trompetas comenzaron a resonar en mis oídos.
Al entrar hice un esfuerzo sobre humano para poder caminar poniéndome a su lado y no saltarle encima rogándole que me hiciera suya. Y mientras yo me debatía entre hacer algún comentario ingenioso o lamerle y besarle el cuello, él se volvió en todo su esplendor y entonces pronunció las cuatro palabras más maravillosas que jamás había escuchado en mi vida.
-Tú eres secretaria, ¿no?
En ese instante mi cerebro y todo mi sistema nervioso se colapsó, con todas las veces que había soñado que llegara este momento, el momento en el que por fin David, se percatara de que existo. Cuando llegó el momento me quedé congelada, y sólo pude responder con un ahogado.
-SÍii-Señor, ese sí parecía más el cacaero de una gallina a la que están apretando el cuello. Que la respuesta de una persona.
Después de tan brillantísima intervención y de que David volviera a mirar al frente, desee por una fracción de segundo que la tierra me tragara. Cosa que evidentemente corregí de inmediato ya que después de lo del salón de mi casa bien podríamos habernos matado en ese ascensor.
* * * *
Al llegar a mi casa y después de sortear a toooodos los perros que volvieron a congregarse en la entrada de mi casa (ya ni siquiera los contaba, no estaba de humor, pero puedo casi asegurar que había más de quince. Aquello era de locos) Lo primero que hice después de colgar mi bolso y la chaqueta en el perchero, fue comprobar mis mensajes ya que la lucecita roja del contestador no paraba de parpadear. No sé porque cojones lo hice.
-Susi nena, soy mamá. Tu padre y yo queríamos saber si te importaría que invitáramos a la tía Tula a tú fiesta de cumpleaños.
¡Alto ahí! ¿Quién ha dicho que habría una fiesta? Yo no quiero celebrar mi cumpleaños ¿Por qué, en nombre de todos los santos querría celebrar nadie que cumple veintinueve años? Y menos que nadie ¡Yo!
Siguiente mensaje:
-Sus, soy Lou, ya he mandado todas las invitaciones, pero me falta por saber si prefieres que tú tarta de cumpleaños sea de chocolate blanco o chocolate con leche. Llámame en cuanto escuches este mensaje, me corre prisa saberlo.
¡Que no quiero celebrar mi cumpleañooooooooooooooos! ¿Es qué todo el mundo se había vuelto imbécil? ¿En qué momento se decidió que YO daría una fiesta? ¿Cuándo me han consultado a MÍ nada sobre dar una fiesta? Y ¿De quién ha sido la maldita idea? ¿Qué quiere decir eso de que ha mandado “todas las invitaciones”?
Siguiente mensaje:
-Su monada, soy Albert…
Borro el mensaje sin terminar de escucharlo, lo último que necesito en estos momentos es escuchar la voz de ese sapo repugnante. Pierdo medio segundo de mi tiempo en recordar su despreciable cara y no puedo evitar preguntarme ¿Qué cojones vi en él para que saliéramos juntos durante seis meses?
Después de todas esas llamadas vuelvo a estar muy deprimida, el día entero ha sido un asco, así que me voy a la cama temprano. Mientras escucho el sonido de la lluvia al golpear el cristal de la ventana.
Viernes 29 de octubre: Comienza la cuenta atrás: Esa mañana me desperté completamente agobiada, pensaba llamar al trabajo y decirles que no podía ir a trabajar alegando el “Síndrome pre-veintinueve cumpleaños” Eso o decir que me había dado una reacción alérgica a algún alimento ingerido en las anteriores veinticuatro horas (he dicho que diría, no que desearía. Después de lo que había pasado durante toda la semana no me pensaba arriesgar, aunque no creo que hubiera sido tan mala idea. Así al menos me libraría de la jodida fiesta)
Termino mi desayuno rico en fibra, me doy una ducha, me coloco mi viejo chándal y salgo a pasear por el parque (Puede que si llamas al trabajo alegando estar enferma, el salir a pasear y que puedan verte no sea lo más inteligente. Pero es que sencillamente me sentía incapaz de permanecer encerrada) Cuando voy camino del parque, me percato de que todo el mundo me mira entre asombrados y divertidos. Algunos hasta tienen la cara de señalarme con el dedo ¿Qué pasa, es que nunca han visto a una mujer joven en chándal? Vale que no soy la mujer más hermosa del planeta, ni la más estilosa, y que este chándal me marca un poco demasiado el trasero. ¡Pero no creo que sea razón suficiente para que vayan señalando! De repente escucho a un niño pequeño que le dice a su madre:
-Mira mami, ¡Un desfile de perritos!
¿Un desfile de qué? Me giro sin entender muy bien de que hablaba ese crio y me quedo anonadada. ¡Todos los puñeteros perros que habían hecho guardia delante de la puerta de mi casa en la última semana, estaban andando detrás de mí en fila india! Estaban todos y hasta puede que alguno más, aquello no me podía estar pasando. Si salir a pasear por el parque cuando has dicho en el trabajo que estás enferma es una mala idea. Hacerlo con un desfile de perros detrás de tuya es aún peor.
Tenía que hacer algo, no podía seguir paseándome por el pueblo con una legión de perros detrás de mí. Tras considerar mis opciones intenté varias cosas:
Intenté asustarlos:
-¡Fuera, fuera bichos, Iros a vuestra casa!-Mientras les gritaba agitaba los brazos arriba y abajo con la esperanza de que se asuntaran.
No surtió efecto, los perros se paraban al mismo tiempo que yo y se sentaban esperando pacientemente a que yo reiniciara mi marcha. Es más, creo que si fuera posible que los perros se rieran, estos lo habrían hecho.
Intenté usar la violencia (más o menos, es que me daban penita) Cogí un palo e hice el ademán de ir a golpearlos. Fracasé miserablemente ¡Es que eran muy monos!
Viendo que las actuaciones drásticas no funcionaban, decidí ser considerada aún más rara y dialogar con ellos.
-Por favor, de verdad ¿Os importaría iros a vuestra casa? Intento pasar desapercibida ¡Y me lo estáis poniendo muy difícil!¾La imperturbable mirada de los canes siguió siendo así, imperturbable.
De manera que hice lo único que no había intentado, que realmente hubiera querido hacer desde el principio. Salí corriendo.
Si alguna vez pensaste que habías visto algo cómico y surrealista es que no me has visto a mí corriendo y gritando como una loca por todo el parque con una manada de perros detrás. Cuanto más corría yo, más corrían ellos ( podrás pensar que el hecho de que yo corriera más que los perros es ciertamente improbable a menos que yo sea una campeona olímpica de los cien metros lisos. Pero lo cierto es que misteriosamente los perros no parecían interesados en superarme, sólo querían seguirme allí donde yo fuera) y al ver que me seguían corriendo yo me asusté y comencé a gritar.
-¡Dejarmeeeeeee! ¡Irooooos, por favoooor!
Y cuanto más gritaba yo, más ladraban ellos. Desesperada por hacer que esa surrealista situación cambiara no se me ocurrió otra cosa que esconderme en la caseta del parque infantil (vale, ya sé que eso no tiene sentido, ni pies, ni cabeza. ¿Pero qué lo tenía en toda esa historia?) Así que allí estaba yo una mujer adulta de casi veintinueve años, vestida con chándal, sudada por tanto correr y con una cría no mayor de cuatro años mirándome alucinada, como si me hubiera salido dos cabezas más.
-Hola pequeña, ¿Te lo estás pasando bien?
La niña rubia (porque no sé si lo he dicho antes, pero era una niña de anuncio: rubia, ojos azules, vestida de pies a cabeza de rosa) se limitó a mover la cabeza afirmativamente. El hecho de que yo estuviera allí encogida y avergonzada, tuvo que ser todo un impacto para ella. En eso se me ocurrió que esta niña tan mona podría servirme de espía del exterior y avisarme cuando las bestias se dieran por vencidas.
-Veras monilla, necesito que me hagas un favor muy, pero que muy importante. Fuera hay unos perros muy pesados y me estoy escondiendo de ellos. ¿Te importaría asomarte y decirme si ya se han ido?
La niña que era todo un encanto, asomó su pequeña carita por la ventana, y si la había visto sorprendida, no había palabras para describir su cara cuando se asomó a dicha ventana. Sólo diré que no conseguía cerrar la boca, y que pasado casi un minuto, no hacía más que mirarme y mirar por la ventana completamente alucinada. O mucho me temía o mis amigos estaban por la zona. Tras varios minutos más escondida decidí reuní el valor suficiente y animarme a mirar. ¡No me lo podía creer! ¡Estaba rodeada! Todos los perros que me habían seguido por media ciudad ahora estaban sentados alrededor de la casa, mirándola fijamente y claro está toda la gente que estaba en el parque y que me habían seguido al verme correr como una posesa también estaba allí.
-Cariño-le dije a la niña-creo que es mejor que salgas y te vayas con tú mamá.
La niña bendita sea, me hizo caso inmediatamente y allí me quedé yo sola, sin saber qué hacer y completamente abochornada. Tenía que salir de allí, pero ¿Cómo? ¿Cómo salir sin que todas esas bestias comenzaran a ladrar y seguirme de nuevo, o sin que toda persona viviente se diera cuenta de que el motivo de que todos esos perros estuvieran allí era yo? ¡Ojala se pusiera a llover! ¡Siii, eso es! Si deseaba que se pusiera a llover, tal y como se había desarrollado la semana, caerían chuzos de punta.
Me agaché, cerré fuertemente los ojos y lo desee con todas mis fuerzas.
Que se ponga a llover, que se ponga a llover, por favor, por favor, por favor ¡Que se ponga a llover!
No había terminado de pensarlo cuando se desencadenó la madre de todas las tormentas, un manto de agua cayó sobre el parque, el sonido de truenos hicieron retumbar la caseta y el la luz de relámpagos inundo el cielo.
Como es evidente todo el mundo salió corriendo para guarecerse. Por si te lo preguntabas, no, los perros seguían allí. Pero ya no me importaba, salí de la caseta permitiendo que la lluvia me empapara. Ya no me preocupaba que una docena de perros me siguiera a todas partes, ni que el simple hecho de desearlo con fuerzas hubiera (presumiblemente) provocado una tormenta aparentemente imposible. Lo único que sabía es que el agua helada caía por mi cara y mi cuerpo y que me sentía liberada.
Comencé a reírme completamente feliz, solté mi pelo de la cola de caballo que lo tenía sujeto y giré sobre mi misma con la cara vuelta hacía el cielo. ¡Dios, que bien me sentía! Al mirar a mi alrededor los chuchos estaban haciendo lo mismo y giraban sobre sí mismos, realizaban divertidas cabriolas y piruetas ¡Todo era genial!
-Bueno chicos, ya que no pensáis dejarme tranquila ¿Qué os parece si volvemos a casa?
Cuando me dirigía a mi casa, completamente empapada y con una jauría de perros pisándome los talones, me pareció ver a un hombre entre los árboles. Fue una fracción de segundo, pero juraría que también lo había visto sonreír.
Sábado 30 de octubre, EL PRINCIPIO DEL FIN: Cuando era pequeña, el día de mí cumpleaños mi madre preparaba un desayuno especial (generalmente tortitas con sirope de chocolate, me encantan las tortitas con sirope de chocolate) y ella, mi padre y mi hermana mayor me despertaban cantándome cumpleaños feliz. Era el único día en el que yo era cien por cien protagonista, me dejaban desayunar en la cama, mamá preparaba mi comida favorita y se me permitía hacer todas aquellas cosas que durante el resto del año, o bien se me tenían prohibida o provocaba una mirada reprobadora en el rostro de mi madre. Ese día también venía mi abuela Minerva y nos llevaba a mi hermana Mery y a mí al parque, nos contaba historias de cuando mamá o ella eran pequeñas, y después de la fiesta de la tarde, justo antes de irse de casa siempre me hacía la misma pregunta. Susi, ¿Te sientes distinta?¿Te ha pasado este año algo fuera de los normal? Decididamente este año tendría que decirle lo diferente que me sentía.
Como ya no estaba mí madre para que me hiciera tortitas, en lugar de tomar mí acostumbrado tazón de cereales rico en fibras, me lie la manta a la cabeza y saqué del fondo del armario de la cocina un paquete de galletas oreo bañadas en chocolate negro, me prepare un enorme vaso de leche y me dispuse a disfrutarlas.
La primera temida llamada del día llegó cuando apenas había pasado las diez y media de la mañana.
-Susi nena ¡Feliz cumpleaños! ¡Ya tienes veintinueve añazos!
En serio ¿De verdad es necesario añadía la palabra añazos (que no creo ni siquiera exista) a la de veintinueve? ¿Es qué no tienen compasión?
-Hola mamá, buenos días a ti también, gracias por felicitarme tan efusivamente.
-Oh cariño ¡No hay porque darlas!
Vale, mi madre es incapaz de pillar una sutileza y mucho menos una ironía, ni aunque ésta le estalle en la cara.
-¿Qué planes tienes para hoy cariño?
Vale, en este momento podría decirle que pienso quedarme todo el día encerrada en mi casa, con mi suministro de chucherías, comida basura y chocolate. Mientras leo una novela romántica, o veo alguna comedía romántica (señor, que patética soy) No obstante, como es mi madre, la quiero, no quiero herirla y además sé de sobra que si le dijera algo así se colaría en mi casa y me sacaría a rastras le digo:
-Pues ahora mismo estoy desayunando, después voy a darme una ducha de una hora y media, me voy a acicalar. Y después he quedado para comer con Lou en el centro, antes de acudir a la fiesta.
-Genial tesoro, te esperamos en el club social¾Sí, la fiesta es en el club social de mis padres. Es la única concesión que logré tras discutir con todos ellos más de media hora. Nada de fiesta de cumpleaños en MÍ casa¾ponte muy guapa, hemos invitado a algunos solteros.
Jodeeer, Señor si estás ahí arriba, mátame antes de que pase por ese calvario (una vez dicho eso, recuerdo el episodio del parque) ¡No Señor, no he dicho nada! ¿Vale? Nada de nada.
-Mamá, prométeme que intentarás liarme con el hijo de ninguna de tus amigas. Por favor.
-Oh cariño tengo que dejarte. Acaba de llegar tú abuela, te veré esta noche.
Genial, ahora no sólo acudiré a una fiesta que no quiero. Además tendré que pasarme la noche rehuyendo a los posibles candidatos de mi madre ¿Podría ser peor?

ESPECTROS, 1º Capítulo

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Prólogo
Sarah Kent, es descendiente directa de Aliona Kennan, la última víctima de Iwan el hechicero. Su vida era perfectamente normal hasta que un día encuentra en el joyero de su madre un extraño anillo perteneciente a su familia por siglos. Al ponérselo toda cambia, un sádico demonio quiere arrebatárselo sin importarle que tenga que matarla en el camino, posee un montón de poderes que desconocía por completo y que no puede controlar. Y por si no fuera poco ahora su sombra a es un sensual y cabezota hombre del siglo XIV al que nadie más puede ver y que alega conocerla desde la infancia llamado Dayan Mac Cornick.
Dayan había sido un aguerrido guerrero irlandés del siglo XIV, fue confinado en el Limbo por Aliona Kennan, como recompensa por haber arriesgado su vida al interponerse entre ella e Iwan. Dayan deberá permanecer allí hasta que una Guardiana sea capaz de verlo. Por desgracia y aunque todas son capaz de hacerlo, pasados sus primeros años lo olvidan tomándolo por un amigo invisible. Es entonces cuando Sarah usa el anillo y él queda libre.

CAPITULO 1
Habían pasado tres meses desde que Dayan y Sarah habían vencido a Iwan.
Tres meses en los que habían aprendido a conocerse y respetarse. Tres meses en los que había aprendido más de sí misma y de su familia de lo que jamás se hubiera pensado posible.
Desde que Iwan había muerto y Badb había sido derrotado, vivían con la absoluta certeza de que tarde o temprano éste ocuparía otro cuerpo y volvería a cobrar su venganza. Así que Sarah y Kara se pasaban las horas “entrenando”, intentando controlar el poder del anillo, aprendiendo a utilizarlo, a comprender sus sutiles avisos.
Dayan y el doctor Alexander Callahan, en tanto no cejaban en la búsqueda de la última guardiana.
-Esto es increíble! No tenemos ni una sola pista de la tercera Kennan, no sabemos de quién puede ser descendiente, o en qué zona del mundo puede haber nacido, o si tan siquiera ha nacido aún.
Alex se había pasado las últimas semanas despotricando y quejándose por la falta total de información con la que contaban
-De verdad Dayan, creí que nunca diría estas palabras. Pero no existe forma humana de encontrar a esa mujer.
Dayan estaba tirado en el sofá sufriendo lo que prometía ser una de sus últimamente frecuentes jaquecas, con el brazo sobre la cara mientras escuchaba la acostumbrada perorata de Alex.
Aunque al principio el hecho de que este hombre se uniera a su investigación no le había hecho especial ilusión, especialmente por la estrecha amistad que mantenía con Sarah. Tenía que admitir que ella tenía razón y Alexander Callahan había demostrado ser un amigo fiel y de confianza. Que no había dudado ni un segundo poner su vida en peligro para ayudarlos cuando fue necesario, sin mencionar lo mucho que había hecho más tarde en cuestiones legales, tales como la seguridad social o la partida de nacimiento de Dayan.
Lo único que aún no le acababa de gustar era esa irritante costumbre que tenía de hablar siempre en voz alta, intentando constantemente que él participara también de la conversación ¿Es qué este hombre no se podía callar nunca? Dayan estaba seguro de que sus incesantes jaquecas eran culpa suya.
-Alex, comprendo que te sientas frustrado y que a estar alturas pienses que no encontraremos jamás a la tercera guardiana. Pero créeme si te digo que en estos asuntos, la paciencia es algo que tendrás que aprender a cultivar. La tercera guardiana aparecerá cuando sea necesaria, ni un minuto antes, ni uno después.
Alex estaba a punto del colapso nervioso ¿Cómo era posible que precisamente él, Dayan Mac Cornick, se mostrara tan tranquilo con todo este asunto? Después de todo ¡Había luchado contra aquella bestia, sabía mejor que nadie de lo que era capaz!
-Pero ¿Cómo puedes estar tan tranquilo? Tú mejor que nadie, sabe lo mucho que nos jugamos en este asunto. Ese maldito demonio podría volver en cualquier momento y tendremos que estar preparados¾.
Dayan se levantó lentamente del sofá no queriendo hacer movimientos demasiado bruscos. Las contaste exigencias de Alex lo estaban poniendo de muy mal humor Señor dame paciencia, joder la cabeza va a explotarme
-Mira Alex, como muy bien has dicho. Yo sé mejor que nadie lo que nos estamos jugando, fui yo quien estuvo encerrado seis siglos en el limbo, quien fue convertido en una sombra, quien vio y sintió como su mujer sufría el peor de los dolores y por último, como se ponía en peligro mortal con ese bastardo de Iwan atacándola con todo su arsenal. Así que por todo eso, también soy el más indicado para pedirte que te tranquilices. Por algún motivo que se escapa a nuestra compresión, el destino, las brujas o los dioses. No quieren que encontremos a la tercera de las guardianas aún. Pero estate tranquilo amigo mío,
llegado el momento indicado Lo haremos. Y ahora si me disculpas, voy a tomarme una tortilla de aspirinas, porque la cabeza me va a explotar.
Y dejando a Alex inmerso en su montón de folios se fue al baño para buscar los analgésicos.
-Tener paciencia puuff-Alex soltó un bufido desdeñoso mientras recogía todo su material de investigación pero al escuchar las voces de las mujeres en las que prácticamente recaía toda la responsabilidad, se acercó a la ventana desde la que podía ver como Sarah y Kara continuaban con su entrenamiento personal.
No puedo permanecer quieto dejando que ellas hagan todo el trabajo duro-Dijo Alex en voz alta, mientras miraba hacían arriba como si esperase ver a Dayan a través del techo-Puede que sea tú mujer irlandés. Pero para mí Sarah es como una hermana, y voy a hacer todo lo que pueda para ayudarla.
* * *
Desde el día del enfrentamiento con Iwan, Kara se había tomado muy en serio las advertencias que la madre de Sarah le habían hecho. Y estaba convencida que salvarle la vida a su amiga, pasaba por ayudarla a controlar los poderes del anillo.
-Vamos Sarah una vez más, hasta ahora los controlas bastante bien una vez está el anillo “activado”. Pero tienes que conseguir activarlo a voluntad y no únicamente cuando te enfades.
Sarah estaba hecha polvo, llevaban entrenando todo el día. No es que no agradeciera la ayuda de Kara, ya que ella era la que más conocimientos de magia tenía. Pero desde que había decidido unirse a su causa ¡No le daba respiro!
Sarah se tiró en el césped del jardín completamente agotada.
-De verdad Kara, agradezco muchísimo que me ayudes a controlar el anillo y todo lo demás. Pero es que si no me dejas descansar ¡Estaré muerta! Así que no nos tendremos que preocupar de Badb.
Sarah jaló de la mano de Kara hasta tirarla con ella al suelo, esa mujer debería aprender a relajarse.
-Vamos, tú estás tan cansada como yo. No te pido que lo dejemos hasta mañana, pero sí que descansemos un momento ¿De qué nos sirve entrenar y luchar por defender una vida que no estamos disfrutando?
Kara no conseguía entender a Sarah, aquella mujer era imposible. Cuando no quería hacerle caso en la cuestión de la lucha contra Iwan la acusó de ser una cobarde. Y ahora que se esforzaba por ayudarla intentaba convencerla de que lo dejaran.
Resignada se tiró junto a ella sobre el césped del jardín y se dedicó a contemplar el cielo azul.
Kara no quería reconocerlo, pero lo cierto es que ella también estaba bastante cansada. Concentrarse en controlar los poderes del anillo podía llegar a ser verdaderamente agotador y llevaban toda la mañana y parte de la tarde haciéndolo.
Cerró los ojos deleitándose con el aroma de la tierra mojada por los aspersores, el sonido de las pequeñas campanitas que Sarah tenía colgadas en las ventanas de la cocina, o el sonido de las ramas de los árboles al ser mecidas por la suave brisa.
-Mmmm la verdad es que aquí se está muy bien-dijo Kara mientras atrapaba una brizna de hierba y jugueteaba con ella entre los dedos.
Sarah sonrió para sus adentros, Kara necesitaba alguien que le sirviera de equilibrio. Se tomaba siempre todo demasiado en serio.
-Sabía que a ti también te hacía falta un descanso ¿Por qué eres tan cabezota?
-¿Cabezota yo? Tú eres la que se empeñó en aprender a controlar el anillo, me llamaste cobarde cuando no quise ayudarte ¿Y ahora me dices que soy cabezota por querer seguir?
Sarah levantó las manos en señal de rendición
-Vale, vale tranquila. Tienes toda la razón, sé que fui yo la que insistió con este entrenamiento. Pero tú te tomas las cosas demasiado en serio ¡Eres muy extremista!
-Sarah, es que esto ¡Es muy serio! Badb no es una leyenda, o una fantasía colectiva. Es un demonio de otra dimensión, malvado, sádico y sediento de sangre ¡Nuestra sangre! Concretamente la tuya, porque recuerda que fuiste tú la que destrozó su bonita coraza.
Sarah reprimió un escalofrío ¿Cómo iba a olvidarlo? Aún tenía pesadillas con ese momento, cuando pensó que perdería a Dayan para siempre, cuando lo vio medio muerto en manos de Iwan con la cara morada y cubierto de múltiples heridas y sangre por todas partes.
-Kara yo no olvido nada de eso, por si no lo recuerdas fue Dayan el que casi muere en esa ocasión. Pero tú tienes que hallar un equilibro. Imagínate que después de entrenar mucho al final no es suficiente y no conseguimos vencer a Badb ¿Quieres recordar el último par de meses de tú vida como un entrenamiento constante? Yo la verdad es que, llegado el momento, prefiero mirar atrás y recordar las cosas maravillosas que he vivido con la gente que quiero.
De forma involuntaria, Sarah desvió la mirada hacía la ventana de su habitación, desde la que se podía adivinar la silueta de Dayan.
-¿Cómo lo lleváis?-preguntó Kara cuando la vio mirar embelesada la ventana del piso superior.
Sarah esbozó una sonrisa de tonta de colegiala.
-Es maravilloso, nunca pensé que pudiera querer a alguien de esta manera. Y si ignoras sus ramalazos machistas típicos de un hombre del siglo XIV. Nuestra relación es perfecta.
-¿Tan machista es?
-Hay veces en las que me vuelve loca. Él sería completamente feliz, si pudiera encerrarme en un bunker alejado de todo y todos y mantenerme allí a salvo y segura por el resto de nuestras vidas.
-¿No crees qué eres un poco exagerada? Encerrarte en un bunker…
-Eso fue exactamente lo que me dijo esta misma mañana.
Kara se imaginó la situación y no pudo evitar reírse
-Sí tú ríete, pero soy yo la que vive con el capitán troglodita.
Aún entre carcajadas, Kara se incorporó hasta quedarse sentada.
¾¿Crees que hayan encontrado algún tipo de pista sobre la guardiana?-Al preguntarlo Sarah volvió a mirar hacia la casa y comenzó a levantarse mientras se sacudía los restos de hierba de la ropa.
-No, si Alex hubiera encontrado lo más mínimo ya lo estaría gritando a los cuatro vientos.
Kara se quedó callada unos momentos, con la mirada preocupada y las rodillas presionadas contra el pecho. Cuando Sarah se volvió a mirarla ella le preguntó
-¿Qué pasará si no conseguimos encontrarla?
-Bueno, Dayan tiene una teoría bastante buena respecto a eso. Él opina que si no la hemos encontrado ya, es porque los dioses, el destino o papá pitufo no lo creen oportuno. Él dice que el hecho de que nosotras mismas nos conociéramos es una situación bastante peculiar. Dana lo ayudó cuando era necesario, así que si aún no sabemos nada de ella. Es porque aún no ha llegado el momento.
Kara aún no estaba demasiado convencida, pero decidió que era mejor dejar el tema.
-Espero que tengas razón.
* * *
Oliver de la Roiva estaba sentando detrás de su escritorio en el despacho del director general de las empresas Roiva Corporación. Intentando decidir que podría regalar a su antigua niñera por su noventa cumpleaños.
Teresa Malone “Nani” prácticamente los había criado a él y a su hermana Sonia, mientras sus padres estaban demasiado ocupados en viajes de negocios, fiestas exclusivas, cenas benéficas, o casi con total probabilidad liándose con algún que otro amante ocasional. Desde que tenía recuerdos “Nani” siempre había estado ahí, los arropaba por las noches, les leía cuentos, y siempre solía hacerles galletas de chocolate con nueces porque sabía que eran sus favoritas.
Por horrible que pudiera parecer siempre que alguien le preguntaba por su madre, era la imagen de “Nani” con su entrañable sonrisa, sus interminables charlas, y su olor a lilas la que acudía a su mente y no la de Ángela de la Roiva, con sus caros trajes de diseño, o sus joyas. Una madre que se preocupaba tanto de estar perfecta que evitaba por todos los medios quedarse más de cinco minutos con sus hijos pequeños por temor a que le mancharan la ropa.
Era por eso que estaba totalmente frustrado, ya que por más vueltas que le daba a la cabeza, no conseguía dar con el regalo perfecto. ¿Qué se le regalaba a una mujer de esa edad? Si fuera joven sería mucho más fácil. Alguna joya, ropa o algún exclusivo complemento siempre hacía las delicias de sus “amigas” pero Nani… comprarle a Nani un regalo era un incordio.
-¿Puedo pasar?
Sin esperar a recibir permiso Susan Martin entró en el despacho.
Susan era la secretaria de Oliver y llevaba trabajando para él casi el mismo tiempo que llevaba siendo director general de las empresas.
Era una mujer mayor, de unos cincuenta años, algo entrada en carnes, de pelo castaño claro cortado a la moda, sonrisa agradable e inteligentes ojos marrones.
Más que su secretaria, para Oliver Susan era su mano derecha. Era una de las pocas personas en las que podía confiar, siempre se podía contar con que fuera sincera sin importar lo malas que pudieran ponerse las cosas. Ella siempre decía las verdades a la cara pesase a quien pesase.
Entró en el despacho con una taza de café solo. Tal y como lo venía haciendo desde hacía 15 años, y tras ponerla delante de él, se sentó en la silla que quedaba libre delante del escritorio.
-Buenos días jefe, he traído la agenda del día ¿Quiere conocer la primera cita del día?
Oliver la miró como si aquello supusiera una tortura inimaginable.
Susan se le quedó mirando a la espera de respuesta y al no recibirla se levantó para mirarlo más de cerca.
-Jefe ¿Se encuentra bien?
-Sí, es sólo que no estoy en mi mejor día.
Susan se acomodó en su asiento mientras se bebía el café que le había llevado a Oliver.
-A ver cuénteme que le sucede, seguro que no es tan grave como parece.
Oliver se frotó la cara impotente. No le apetecía nada hablar sobre sus preocupaciones, pero sabía de sobra que cuando Susan clavaba sus uñas en un asunto, no cejaba bajo ningún conecto.
-Puuuf, no es nada, en serio señora Martin. Es sólo que tengo un día, una semana, un mes, un lustro algo agobiante. Además si eso no fuera suficiente, pasado mañana es el cumpleaños de Nani y no tengo la más remota idea de lo que puedo comprarle-Oliver subió los brazos al cielo como si estuviera clamando una respuesta a su problema-¿Qué se le regala a una mujer que está a punto de cumplir los noventa años?
Susan se quedó mirando a Oliver, mientras le daba vuelta al asunto. Pasaron varios minutos y cuando Oliver ya estaba dispuesto a volver a hundirse en su propia autocompasión. A la señora Martin se le ocurrió una brillante idea.
-¡Un libro!
-¿Perdón?
-Un libro. A Nani le gusta mucho leer, siempre lleva uno en el bolso.
¡Claro! ¿Cómo se le podía haber pasado? Oliver se golpeó la cabeza mentalmente por haber sido tan idiota.
-Señora Martin, es usted un genio, ¿Cómo no se me ha ocurrido antes?
Oliver se levantó de la silla dispuesto a salir de la oficina y terminar de una vez por todas con ese molesto asunto. Pero a mitad del camino se paró cayendo en la cuenta de un pequeño pero vital detalle
-¿Qué libro le compro?
Susan que seguía sentada en el mismo sitio que antes, lo miró con una sonrisa en la cara, mientras parecía consultar una agenda de la que sobresalían montones de trocitos de colores.
Tras varios minutos sacó una pequeña tarjetita de modo triunfal
-En la calle tercera con la cuarta, librería Masini, tienen todo tipo de libros antiguos. Seguro que allí encuentra algo adecuado.
Cuando escuchó ese nombre algo dentro de Oliver se encogió, librería Masini. La librería de Kara, una maldita espina en su costado, alguien que no necesitaba, pero de quien no se podía olvidar.

* * *
Kara estaba en la trastienda de la librería anotando los últimos pedidos que le habían hecho esa tarde.
Al menos había algo en su vida que marchaba bien, en los últimos seis meses se había hecho con algunas valiosas colecciones y ya tenía compradores para la mayoría de los libros. Con un poco de suerte podría conseguir el dinero suficiente para comprarse un coche nuevo.
La campanilla de la puerta sonó y pudo escuchar como alguien entraba en la tienda. Se asomó a tiempo para ver como dos tipos con muy mala pinta entraba en la tienda.
Inmediatamente Kara se puso en guardia, últimamente habían robado varios comercios de la zona y aunque en todas aquellas ocasiones los hurtos se habían realizado de noche. Nadie podía asegurar que no hubieran cambiado su forma de actuar.
Los dos hombres comenzaron a deambular por la tienda tocando varios de libros sin prestar atención a ninguno en particular. Desde luego si eran ladrones dejaban mucho que desear.
Tras varios minutos de espera uno de los hombres requirió su presencia.
-Hola ¿Hay alguien aquí?
Bueno, eso le dio algo de tranquilidad, después de todo si fueran ladrones no preguntarían por el dueño ¿No?
Kara salió del almacén, no sin antes esconder un pequeño cúter en la manga de su chaqueta.
-Sí, estoy aquí. Siento mucho haberles hecho esperar, pero estaba en el almacén y no les he escuchado entrar ¿En qué puedo ayudarles?
El verlos desde tan cerca no hizo sino reafirmar la idea que tenía Kara de aquellos sujetos.
Ambos vestían ropas de mala calidad, pantalones tejanos, chalecos deshilachados y camisetas de grupos de heavy dadas de sí. Los dos usaban botas militares y tenían sendos tatuajes en los brazos.
A ella no le gustaba prejuzgar a nadie, pero definitivamente este no era el tipo de clientes que solía frecuentar su negocio.
El más alto y corpulento de los dos se acercó al mostrador y puso sus sucias manos sobre el cristal.
-Verá señorita… mi amigo y yo venimos a traerle un recado de alguien que conoce usted muy bien.
Dentro de Kara se dispararon todas las alertas ¿Quién podría estar detrás de dicho mensaje? Entre sus amigos y conocidos, nadie contrataría a dos sujetos como aquellos para mandarle un mensaje.
El hombre se acercó un poco más y con una rapidez asombrosa para alguien tan corpulento le agarró fuertemente del brazo.
Kara intentó forcejear, aquello ya no tenía ninguna gracia, en su fuero interno, había esperado que todo se tratara de una broma pesada de alguien. Pero ese hombre no tenía aspecto de estar bromeando en absoluto y la presión en el brazo era tan fuerte que la estaba lastimando.
-¡Suélteme! Me está haciendo daño.
Kara intentó jalar inútilmente, muy al contrario sólo consiguió herirse a sí misma con el cúter que tenía escondido. La sangre comenzó a manar del brazo abundantemente empapando su ropa.
El desconocido a notarlo subió bruscamente la manga de la camisa encontrando el cúter.
-Vaya, vaya, vaya ¿Qué tenemos aquí? Si resulta que la gatita tiene uñas. Dime gatita ¿Qué pretendías hacer con eso?
Kara estaba frenética, podía escuchar en sus oídos los latidos de su acelerado corazón. Tenía que hacer algo antes de que las cosas se pusieran aún más complicadas, entonces recordó la alarma silenciosa que había instalado hacía poco. ¡Si tan siquiera consiguiera llegar hasta el mostrador!
El hombre que la tenía sujeta la soltó empujándola contra su compañero que aún no había dicho ni media palabra y sólo se limitaba a mirar.
-Aguántala ¿Quieres Chris? Antes de cumplir con el “encargo” quiero comprobar que podemos llevarnos.
El hombre llamado Chris la sujetó fuertemente por los hombros sin decir nada, mientras su compañero del que aún no sabía su nombre, comenzaba a rebuscar en los diversos cajones que tenía bajo el mostrador así como en el interior de la caja registradora y no parecía estar demasiado contento.
-¡Vaya mierda! ¿En serio esto es lo único que tienes?-El sujeto miró a su alrededor quizá esperando encontrar alguna caja fuerte escondida, o algún cajón que se le hubiera pasado registrar. Hasta que recordó la puerta del fondo de la que ella había salido momentos antes-¿Qué tienes aquí dentro?
La tomó del pelo bien fuerte y la llevó hasta la habitación-. Vamos señorita, me vas a decir dónde está el dinero-. La empujó fuertemente hasta hacerla chocar contra uno de los archivos del almacén. Era bastante obvio que la paciencia de ese sujeto brillaba por su ausencia-. ¿No querrá hacerme enfadar, verdad señorita? Verá¾. El sujeto la tomó de la barbilla fuertemente, tenía las manos callosas y olían a tabaco rancio. Se acercó hasta su oído y el olor a alcohol barato de su aliento unido a los nervios y el miedo que sentía casi la hacen desmayar-sí no colabora me puedo enfadar bastante, y créame, usted preferirá que eso no suceda porque me puedo poner… muy violento. Sería una lástima estropear una cara tan linda como la suya. Voy a preguntártelo una vez más ¿Dónde cojones escondes el dinero?

Kara estaba convencida de que ese tipo la mataría. Si al menos tuviera algún tipo de botín que darles… pero normalmente su negocio se lucraba gracias a coleccionistas privados, gente importante que rara vez pagaban una compra en efectivo. De manera que la mayoría de las ventas se efectuaban a través de trasferencias bancarias, así que en el local apenas si llegaba tener un poco de dinero obtenido de la venta de una mercancía menor.
Dios santo, tenía que hacer algo Piensa Kara maldita sea Kara piensa La imagen de Sarah inundó su mente
-Kara ¿Estás bien? -podía sentir a Kara en su cabeza, como si estuviera hablándole a su lado.
¿Sarah? pero ¿Cómo era posible?
-¿Sarah, de verdad eres tú? ¿Cómo puedes hacer esto?
-De la misma forma que tú supongo. Estaba en mi cocina, cuando una fuertísima sensación de peligro me ha pillado desprevenida y tú imagen inundó mi mente
-Eso es verdaderamente genial, porque estoy siendo atracada en este preciso instante
-¡¿Qué?! ¿Y me lo dices tan tranquila? ¿Cuántos son, que tipo de demonios son, puedes utilizar tus poderes?
-Son dos, dos delincuentes comunes enviados por alguien, además de darme un mensaje quieren robarme y no puedo usar mis poderes sin arriesgarme a destrozar valiosísimas obras de arte
-¿Obras de arte, Tú vida está en juego y te preocupas por las obras de arte?- Sarah pensó mejor su pregunta, después del tiempo que habían pasado juntas, había aprendido a conocer algo mejor a Kara y sabía que para ella inexplicablemente sin arte, la vida no tenía sentido- No me respondas, mira intenta distraerlos tanto como puedas, la caballería ya va en camino.
- Daos prisa por favor
-Tranquila Kara, ya vamos para ya.
¿Qué estuviese tranquila? Eso era muy fácil de decir y muy complicado de hacer.
* * *
Oliver llevaba más de una hora conduciendo, sabía que era absurdo estar nervioso por volver a ver a Kara después de tantos años, pero no podía evitarlo. Siempre que iba a visitar a sus padres miraba por la ventana con la esperanza de verla entrar o salir de la suya. Había pasado por delante de esta misma tienda en innumerables ocasiones, pero nunca se había atrevido a entrar. Incluso había conseguido averiguar su número de teléfono a través de su hermana Sonia que aún mantenía contacto con ella, pero jamás la había llamado. Vamos De la Roiva, esto es absurdo ¿Qué es lo peor que puede suceder? Vale que la última vez que os visteis metiste mucho la pata con ella. Pero de eso han pasado muchos años y Kara nunca fue una mujer rencorosa. Puede que ni siquiera lo recuerde

Kara estaba desesperada, ella no tenía apenas efectivo en la tienda y esos hombres no se irían con las manos vacías.
-Lo…lo siento mucho, pero aquí normalmente no suelo tener efectivo. La mayoría de las ventas se realizan por internet y el pago se tramita por cuenta bancaria…
El hombre que había permanecido callado hasta el momento, se dirigió a ella y le asestó un puñetazo en el estómago que hizo que Kara se doblara de dolor.
-¿Nos has tomado por un par de idiotas? ¿De verdad pretende que creamos que una tienda como esta no tiene dinero en efectivo?
-Se…lo…juro. Si tuviera dinero se lo daría…
El hombre le dio un fuerte empujón que lanzó a Kara contra uno de los archivos tirándolos al suelo y creando un fuerte estruendo.

Oliver seguía sentado en su coche, discutiendo consigo mismo sobre lo acertado o no de entrar. Cuando un intenso frío se apoderó de sus entrañas
-Ayúdala
Oliver giró la cabeza rápidamente esperando encontrarse a alguien en el asiento trasero ¿De dónde demonios había salido esa voz?
Estaba recuperando la compostura cuando pudo ver delante de su coche y envuelta en un aro fantasmal a una mujer joven de unos treinta años, cabello negro, piel de alabastro e increíble ojos verdes. Que lo miraban con preocupación mientras parecía señalar la librería de Kara.
-Ayúdala
Aquello no podía estar pasando. La mujer no había separado los labios pero él la había escuchado con absoluta claridad ¿Qué demonios estaba pasando? ¿De dónde había salido esa mujer? ¿Qué quería de él?
La mujer pareció acercarse un poco más al coche, y Oliver instintivamente se apartó. Al hacerlo imágenes de Kara tendida en el suelo herida o tal vez muerta asaltaron su mente. ¡Aquello no podía ser real! Iba a pedirle explicaciones a la mujer, pero cuando volvió a mirar el lugar donde estaba, ya se había ido.
Kara había sobrepasado la barrera del miedo, para adentrarse de lleno en los dominios del terror. Tenía que hacer algo para salir de esa situación, no importaba lo valiosa que pudiera ser la mercancía de la tienda. Si no hacía algo para salir de todo ese lio, esos bastardos la matarían y de nada le servirían todos aquellos libros al lugar al que iría.
Sin pensárselo dos veces y aprovechando que estaba tirada en un rincón de la habitación mientras los dos gorilas discutían entre ellos. Kara se concentró en lo que tenía que hacer, sintió como el anillo se “activaba”, como poco a poco se iba calentando y la energía a su alrededor comenzaba a crujir.
Con cuidado de no llamar demasiado la atención se levantó del suelo, y antes de que cualquiera de sus dos atacantes se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, lanzó una gran onda de energía sobre ellos que los hizo volar por los aires y chocar contra varias de las estanterías que tenía en el almacén.
* * *
Oliver, tenía la mano en el pomo de la puerta cuando escuchó el estrépito. Rápidamente entro en la tienda temiendo encontrarse lo peor y que aquella visión de Kara herida y sobre un gran charco de sangre realmente fuera cierta.
-¡Kara! ¿Kara dónde estás?
Mientras gritaba evaluó rápidamente la habitación, comprobando en seguida que la tienda había sido evidentemente registrada Dios que esté bien
-¡Kara!
En el almacén, uno de los asaltantes, el que más había hablado, había quedado inconsciente después del golpe. Mientras que él otro aún trataba de reaccionar.
Kara a pesar de estar aterrorizada, se armó de un valor que realmente no sentía y se agachó cerca del gorila con el anillo aún activo y preparada para volver a defenderse, en caso de volver a ser necesario.
-¿Por qué, por qué me habéis hecho esto? ¿Quién os ha mandado?
El hombre estaba como su compinche, a punto de perder el sentido, pero antes de que eso sucediera Kara necesitaba respuestas así que lo cogió de la pechera y presionó un poco más.
-¿Quién ha sido?
El hombre había comenzado a sangrar levemente por la boca, sus pupilas estaban desenfocadas y estaba evidentemente desorientado Es el momento perfecto pensó Kara, para conseguir averiguar algo de lo que quería.
-Dígame quien le envía, ¿Quién? ¿Quién? ¿Quién?
-Reily…
-¡Kara! ¿Dónde estás?
Desde la tienda el estruendo de una voz que había esperado de todo corazón no volver a oír en su vida, hizo que se estremeciera más que en toda aquella tarde. Pero no podía ser… aquello de seguro era una alucinación producto de la descarga de adrenalina, simplemente no podía ser real, estaba alucinando.
En ese momento, su alucinación traspasó la puerta del almacén como un ángel vengador, y pudo ver al hombre que más odiaba, despreciaba, temía y que más daño le había hecho en el mundo, Oliver de la Roiva.
Cuando Oliver entro en el pequeño almacén encontró a Kara herida junto al cuerpo de un hombre enorme con no muy buen aspecto, y otro inconsciente unos metros a su izquierda. Todo estaba desordenados, algo que obviamente era resultado de la reyerta.
Su primer impulso habría sido tomarla en brazos y sacarla de allí, para llevarla a un lugar seguro donde pudiera comprobar que se encontraba bien y que sus heridas no revestían gravedad. Después destrozaría a esos desgraciados por haberse atrevido a tocarla.
Kara estaba en estado de shock nada, ni el ataque, ni el conocimiento de las demás guardianas, ni siquiera el saber que tenían a un todo poderoso y sádico demonio tras sus talones le había causado tanto impacto como ver a Oliver de la Roiva allí. ¿Qué demonios hace Oliver aquí? Él era un todo poderoso hombre de negocios ¿Qué cojones lo había guiado hasta su modesta tienda?
-Kara…
Oliver intentó hablar con ella pero su voz le sonó extraña hasta a él mismo. Durante años había planeado con detalle ese momento, lo que le diría cuando se volvieran a encontrar cara a cara. Y ahora que por fin tenía la oportunidad, se quedaba mudo ¿Cómo podía ser tan idiota? Se daría de patadas a sí mismo si pudiera.
Kara se levantó del suelo como pudo, intentando ignorar el intenso dolor que le recorría el brazo. No quería mirarse porque sabía que si veía sangre caería en redondo al suelo. Demasiada mala opinión tenía Oliver de ella como para empeorarla de esa manera.
Apoyándose en la pared se puso en pie y lo miró con toda la seriedad de la que era capaz
-¿Qué haces aquí?
Oliver estaba paralizado, por fin después de tanto la tenía delante y no podía hacer otra cosa que no fuera perderse en la increíble belleza de sus profundos ojos verdes.
Al ampliar el examen se dio cuenta alarmado de que Kara estaba realmente herida, su brazo derecho sangraba profusamente y su rostro estaba visiblemente pálido. Intentó acercarse a ella, ya que le preocupaba que Kara pudiera perder el conocimiento de un momento a otro. Desgraciadamente ella no estaba demasiado de acuerdo con esa conclusión.
-¿Qué demonios haces?
Oliver se vio sorprendido por esa beligerante reacción y se apartó bruscamente de ella levantando las manos en señal de rendición. No podía creer que esta agresiva mujer fuera su dulce Kara ¿Qué había pasado con la tímida niña que lo miraba a escondidas?
-¿Cómo? Kara estás herida, tú brazo derecho está perdiendo mucha sangre-.Al oír aquello Kara empalideció aún más - necesitas ir al hospital. Yo sólo pretendía ayudarte¾volvió a mirar a su alrededor y por primera vez casi desde que había llegado prestó atención a los dos hombres que yacían inconsciente en el suelo- ¿Qué ha pasado aquí?
Con más esfuerzo del que quería reconocer, Kara se incorporó completamente e hizo intentos de pasar rodeándolo, pero Oliver fue más rápido que ella y la tomó de la muñeca, con tan mala suerte que le presionó el brazo que tenía herido. Kara sintió como un dolor lacerante le recorría todo el brazo, el corte comenzaba a latirle y unas fuertes nauseas hacían presa de su estómago.
Señor, por favor haz que se vaya. Me he pasado los últimos veinte años sin él ¿Por qué ha tenido que aparecer justo ahora, justo en este momento?
Oliver cada vez estaba más preocupado, era evidente que Kara necesitaba ayuda, aún podía ver como la sangre goteaba de la manga de la camisa y las piernas comenzaban a flaquearle.
-Kara por el amor de Dios ¿Es que no ves que tienes que ir al hospital? - viendo que Kara no entraba en razón, a Oliver se le pasó por la cabeza cargarla en brazos y hacerla ir al hospital a la fuerza- mira Kara si no quieres contarme que ha sucedido, no lo hagas, pero necesitas ayuda médica. Y quieras o no, vas a tenerla.
En el momento en el que Oliver se acercó a Kara se escuchó un gran estruendo proveniente de la librería, y acto seguido dos hombres, uno de los cuales era bastante imponente, entraron en el almacén con cara de muy pocos amigos.
-¡Suéltala!
El más grande de los dos hombres se abalanzó sobre Oliver dispuesto a despedazarlo por el simple hecho de existir.
Kara vio como Dayan se abalanzaba contra Oliver de seguro pensando que él era el atacante. Por suerte pudo frenarlo justo antes de que estampara su puño contra la cara de Oliver. No es que le molestara demasiado esa idea. Pero si dejaba que Dayan lo atacara, se acabaría metiendo en líos y tendrían que explicar demasiadas cosas.
-Alto Dayan…no es lo que parece.
Al escuchar a Kara, Dayan frenó en seco ¿Qué no era lo que parecía? ese tipo la tenía sujeta y ella estaba forcejeando con él. Si no era su agresor ¿Quién demonios era? Iba a preguntárselo, cuando Kara pareció perder la poca fuerza que le quedaba y si Alex que estaba a su lado no la hubiera cogido habría chocado contra el suelo.
-Eh señorita ¿Estás bien?-le preguntó Alex con suavidad al mismo tiempo que la estabilizaba
-¡Pues claro que no lo está! ¿Es que estáis ciegos? Tiene un corte muy feo en el brazo que no ha parado de sangrar, he intentado llevarla al hospital. Pero la muy cabezota no me ha dejado.
-¿Kara?
Una voz femenina llegó hasta ellos desde la librería.
-Chicos… ¿Dayan, está Kara contigo? ¿Está bien?
Una hermosa mujer de delicada figura, abundante melena negra e increíbles ojos verdes apareció por la puerta con cara preocupada. Dado que había llamado por su nombre al energúmeno que había intentado atacarlo, dio por hecho que venían juntos. Oliver no pudo por menos que preguntarse ¿Qué hacía una criatura tan delicada como esta con semejante animal?
Ese tipo no le gustaba, no sólo había intentado forzar a Kara a algo que ella no quería hacer. ¡Ahora también tenía el descaro y la desfachatez de quedarse embobado mirando a su mujer! Cansado de las constantes miradas de ese sujeto, Dayan se interpuso entre Sarah y él.
-Kara está herida. Tenemos que llevarla al hospital ha perdido mucha sangre y está casi inconsciente.
Sarah echó como pudo, ya que Dayan bloqueaba casi por completo su campo de visión, una mirada al resto de la habitación. Todo era un desastre, en los tres últimos meses había ido a la tienda de Kara en varias ocasiones y siempre que había estado en las diferentes estancias le había parecido el colmo del orden y la pulcritud. Ahora sin embargo, todo estaba patas arriba, los archivos estaban tirados por los suelos, las cajas y libros que antes estaban en las estanterías ahora estaban diseminados por el suelo y por si eso no fuera poco. Dos hombres con muy mala pinta estaban tirados inconscientes en el piso.
Vale, cuando Kara vuelva en sí, va a tener que darme muchas explicaciones entre ellas ¿Quién era ese hombre tan mono y qué pintaba él en todo esto?
-Si quieres que siga siendo “mono” será mejor que borres esos pensamientos de tú mente. No me gusta cómo te ha mirado y ya sabes que no me gusta compartir.
-Irlandés ¡Eres horrible! ¿No quedamos en que no volverías a invadir mi intimidad?
-No estoy invadiendo nada, estoy cuidando lo que es mío. Y tú Sarah Kent, eres mía.
-¡Eres imposible!
-Y tú te pones muy guapa cuando te enfadas.
Kara, a la que Alex había tendido en un sofá cercano y que permanecía en estado de semiinconsciencia se removió un poco.
-Chicos-. Alex hizo un gesto con los brazos, para llamar la atención de Sarah y Dayan que seguían discutiendo mentalmente¾sé que seguramente estaréis discutiendo algo entre vosotros pero…Kara necesita atención médica. Creo que empieza a tener un poco de fiebre, lo mejor que podemos hacer es llevarla al hospital¾entonces dirigió su mirada al suelo- y por el camino también sería bueno que llamásemos a la policía.
Sarah rodeó a Dayan, ignoró a Oliver que cada vez parecía estar más molesto. Y se acercó al lugar en el que estaba su amiga, levantó un poco la manga de la camisa y pudo observar que la piel alrededor del corte que tenía en el brazo se había puesto de un intenso color rojo y estaba empezando a hincharse. Definitivamente tenían que llevársela.
-Tienes razón Alex, lo mejor será que la saquemos de aquí. Dayan tú puedes llevar a Kara en brazos, Alex tú podrías quedarte a esperar a la policía. Diles que Kara nos llamó y que cuando llegamos la encontramos en la librería herida y que estos dos tipos ya estaban así cuando llegamos. Después reúnete con nosotros en el hospital.
A Alex no le gustaba demasiado los rollos burocráticos y sabía de sobra que si se quedaba a esperar a la policía tendría que ir con ellos hasta comisaría y hacer una declaración. Pero también era muy consciente de que Kara necesitaba a Sarah más que a ninguna otra persona y que Dayan llamaría demasiado la atención. Lo que le dejaba a él cómo único representante cuerdo y normal del cuarteto.
-Muy bien, pero llamadme en cuanto los médicos la vean
Mientras decía eso, acarició suavemente la mejilla de la mujer que estaba tendida en sofá, aunque no sentía por ella ningún tipo de atracción sexual. Con el trascurrir de los últimos tres meses había aprendido a conocer y apreciar a esa mujer compleja y llena de secretos, que siempre recordaba cómo le gustaba tomar el café y jugaba al ajedrez como una verdadera maestra.
Dayan tomó el cuerpo inerte de Kara entre sus brazos y se encaminó hacia la puerta con Sarah pisándole los talones.
Oliver no se lo podía creer. Esos tipos lo habían ignorado por completo, habían pasado de él como de la mierda y ahora se llevaban a Kara al hospital, o al menos eso era lo que afirmaban. ¿Cómo sabía él que eso era cierto? ¿Quiénes eran esas personas, de qué conocían a Kara y que tenían ellos que ver con todo lo que había ocurrido?
Cuando Dayan intentó atravesar el umbral de la puerta Oliver le puso un fuerte brazo sobre el hombro para poder frenarlo.
-Espera un momento amigo ¿A qué hospital la lleva? ¿Cuál es su nombre completo? Quiero que me dé algún tipo de documentación que me permita encontrarlo en caso de que se les ocurra desaparecer.
Dayan no entendía las ganas que tenía ese tipo por morir ¿De verdad se pensaba que iba hacer caso a algunas de sus estúpidas demandas? ¿Acaso se pensaba que ellos podían hacerle algún tipo de daño a Kara?
Sarah pudo ver y adivinar el momento exacto en el que Dayan había decidido que la vida de ese sujeto no tenía por qué ser necesariamente útil. Afortunadamente para todos, ella estaba cerca.
Sarah posó su mano sobre la mano de ese hombre y mirándolo directamente a los ojos habló con él.
-Señor…
-De la Roiva, Oliver de la Roiva¾.Y de forma premeditada ya que había observado la forma tan posesiva con la que aquél imbécil la trataba. Tomó la mano de Sarah y besándola suavemente preguntó- ¿Y usted es?
Sarah no supo muy bien cómo reaccionar, los modales de Oliver de la Roiva eran ciertamente impecables; aunque él se estaba mostrando abiertamente temerario y hostil. Más si hacía ese tipo de cosas delante de Dayan.
-Sarah…Sarah Ke…
-Mac Cornick, su nombre es Sarah Mac Cornick. Y si quieres ver la luz de un nuevo día será mejor que apartes tus manos de mi mujer.
Oliver le hizo caso, ya que podía imaginar perfectamente a ese hombre cumpliendo su amenaza.
-Mirad, sé que no me conocéis de nada. Pero soy amigo de Kara-. Que Dios le perdonara por tan fragrante mentira-sólo quiero asegurarme de que está bien.
Dayan no terminaba de fiarse de él.
-Sarah no me fio, si es tan amigo de Kara ¿Por qué ella no lo dejó que la llevara al hospital?
-Esa es una buena pregunta, pero tal vez puede que tenga una respuesta bastante simple. Tal vez estaba esperando a que llegáramos. En cualquier caso, eso ya no importa mucho. Tenemos que llevarnos a Kara, le diremos el nombre del hospital al que vamos a llevarla. Si cuando despierte Kara dice que no quiere verlo, dejaré que te encargues tú ¿Te parece bien esa solución?
-Sí- Dayan se imaginó una vez más como su puño se estrellaba contra la cara de ese gilipollas.
-Este es mi cavernícola
-Mire señor…Roiva, Dayan y yo nos llevamos a Kara al hospital Metropolitano. Así que si es usted tan amable de darme una tarjeta o su número de teléfono, prometo ponerme en contacto con usted en cuanto recupere el conocimiento.
Oliver tuvo que morderse los labios para no responder lo que realmente quería.
Le hubiera gustado decirles que no estaba de acuerdo, que sería él quien la llevara al hospital, que ya se encargaría de avisarlos si era necesario. Conocía a Kara desde que tenía memoria y no le gustaba dejarlas sola con ese tipo malhumorado ¿Cómo podía confiar en quien no conocía?
Pero afortunadamente sus muchos años de educación en los colegios más exquisitos de Londres, la estricta moral de su madre y la rigidez de su padre hicieron mella en él y decidió que para todos era mejor no continuar la discusión, como decía en ocasiones su padre “En ocasiones es necesario ceder para ganar.”
-Muy bien-.Lanzó una última mirada culpable a Kara y sacó del interior de su chaqueta un tarjetero del que tendió una a Sarah¾pero por favor, no olvide la promesa que acaba de hacerme. Lo único que quiero es cerciorarme de que Kara esté bien.Mientras Dayan se llevaba a Kara fuera, Sarah miró una última vez a Oliver, definitivamente Kara y ella tendrían una conversación más que interesante cuando despertara.